EL RAYO DE LUNA

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Cuando las tinieblas llenan el espacio, mi corazón se endurece y mi boca se seca, mis labios se enmudecen y mis latidos acelerados ven tus ojos enrojecidos brillar en la oscuridad, en la espesidad del bosque.

El horizonte resplandece a lo lejos, a lo lejos oigo un grito... Quién sabrá si sos vos o si soy yo, miro hacia atrás y veo brotar entrañas sangrientas de un pecho irreconocido, lo observo, me parece haberlo visto, es cierto, lo conozco, es mío y ahora te pertenece.

El horizonte ya no es alumbrado por tu presencia ni por tus ojos, te extraño en la soledad de tu ausencia oscura, tenebrosa, fría como una lapida.

Tengo nauseas y en la desesperación solo logro correr, no veo nada, solo tu ausencia, sola en el bosque espeso y oscuro, no puedo detenerme, no puedo ver, quisiera tropezarme y caer pero no sucede, no puedo detenerme, mis piernas no frenan, ya no las manejo.

¿Qué sucede? ... por fin tropiezo, pero pareciera que han pasado horas, estuve desvanecida... me quedo quieta, en silencio, gritar no servirá de nada, no aun. Finalmente decido levantar la mirada y al hacerlo veo tus ojos enrojecidos brillar en la oscuridad, en la espesidad del bosque. Tu ausencia ya no me importa. Ya no te veo, no me preocupa.

Me observo, sangro, todo mi cuerpo esta cubierto de este espeso líquido rojo, espeso como miel, es como si mi sangre quisiera coagularse y no lo lograra.

Intento levantarme, no puedo ver, todo es oscuro salvo una luz blanca a lo lejos, destellando a través del sendero, me levanto suavemente, muy de a poco, me cuesta, mi cuerpo arde como si estuviera en llamas.

Quiero caminar pero no se hacia donde, me miro, me muevo lentamente, camino hacia la luz solo porque si, ni siquiera me preocupo en buscarle motivo.

Cansada de lumbre busco luz y camino hacia ella, despacio, muy lentamente, esta vez no quiero caer, no quiero rendirme.

La luz me guía, la luna me llama.

Los pinos tenebrosos dejan caer un fino rocío verdoso, pegajoso y tibio sobre mi piel humedecida por la sangre que parece estarse reabsorbiendo.

La luz lejana se ha acercado, mis pasos se aceleran, me acerco cada vez mas (...) estoy a tan solo un paso de llegar y entrar, de sumergirme dentro de la aureola que deja el rayo de luna, tengo miedo, dudo en estar inmersa completamente dentro de la inmensidad de su débil luz que parece tan ínfima en este espeso bosque. Venzo el temor y doy un paso al frente con los ojos cerrados, apunto de frente a la luz mi rostro, siento una helada brisa en mi nuca que me obliga a abrir los ojos. Veo la luz, de lleno entra en mis pupilas y recorre todo mi cuerpo, mi sangre hierve y me quemo, mi alma se aleja muy de a poco, me deja, mi cuerpo se desploma en el suelo, queda firme, recto, mis palmas se elevan, ya siento a la luna, mis ojos se abren, nunca estuve ahí, nunca sucedió...