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No puedo tener admiración por Hollywood cuando nadie recuerda allí que nació siendo refugio de cineastas independientes que trabajaban en la clandestinidad buscando escapar del acoso y la persecución, luchando contra el monopolio. ¿Qué valor tiene su lucha? cuando finalmente no fue buscando la igualdad, sino consiguiendo convertirse en lo que los atormentaba.


ENGLISH: I can’t admire Hollywood, cause no one there reminds that at first it was a place of shelter for indie moviemakers that clandestinely worked willing to escape from the persecution they suffered fighting against the monopoly of the industry. Was their fight worthy? When finally it wasn’t about equality, and they became in what they feared the most.


Dana Bianca Logroño - Traducción: Mariano Fredes.

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lunes, 12 de julio de 2010

El tren mágico y sus cuerdas embellecen

* Un cuento que alguien me hiso leer alguna vez..

(Cuando recuerde el autor lo agregaré)


Nubes multicolores. Esquina, parada de tren. No el de las nubes, sí el de los aros de colores fluorescentes y luces mágicas. La chimenea no exhalaba humo, de ella volátiles resplandores del color del arcoíris No de esta dimensión, sí de otra con una gama de colores impensables e inimaginables para el pequeño ermitaño par de pupilas humanas.

Un espectáculo imponente que se estacionó frente a mis iris empequeñecidos por tanta magia junta.

Muchos niños como yo subieron y se codearon con Bob Esponja, Homero Simpson, Goofie (es perdedor, pero siempre esta, más que Mickey) los Padrinos Mágicos y la magia inigualable de la libertad, la fantasía y esa sensación que quisiera describir pero le hice una promesa a mi corazón. No divulgo el secreto, por favor no dejes que este sentimiento me abandone nunca.

La adrenalina y las mujeres son átomos comparados con la magia del niño que sueña y supera la quinta dimensión. Mientras otros iban subiendo al vagón que nos llevaría allá, donde los grandes no pueden llegar; excepto de formas lisérgicas.

Dentro de mí faltaba algo. Ese tren no estaba completo. ¿Quién nos defendería en caso que sucediese algo? Fue un flash que se cruzó en mi alma. Los vasos de coca o los nervios de inconmensurables sensaciones unidas en un microsegundo cósmico; que me dieron ganas de ir al baño.

Dentro de mí sabía que si no hacía pis, no podría disfrutar el viaje. Soy chico, pero conciente. Se que falta mucho por recorrer y mi vejiga era una bomba de tiempo.

Le pedí a mi papá que retenga el tren, así pudiese yo hacer mis necesidades. Con gusto accedió y me indicó una estación de servicio que estaba cruzando la plaza.

Comencé la caminata, medio apurado mucho, hasta que llegué al límite; el baño de la estación.

Hembra, macho, puto, guacho. Eran las cuatro clasificaciones de los mingitorios, en ese orden. Generalmente uno iba al del hombre, porque eso era uno. Chico, pero al fin; hombre.

Ese día agarré el primero que se cruzó. Todo hombre conoce el placer. Uno de los más grandes y luego deviene ese escalofrío placentero que solo los hombres disfrutan.

Termino el acto, la ley de Platón no falló. Para el que no sabe, según Platón la última gotita queda en el pantalón.

Paso siguiente, giro mi cabeza hacia la izquierda y veo a Spiderman. Encapuchado meando y tirándose un pedo al mismo tiempo. Quedé petrificado. Terminó su lucha contra las bolitas de naftalina que abundan en los mingitorios, sacudió el ganso y la ley del famoso filósofo le quedo chica. Pasó por delante de mí, lo miré y le dije.

- ¿Anduvo lloviendo Hombre araña, no? Te garuó finito en el traje. Más que finito, te calló la lluvia ácida en el pantalón.

Sin sacarse la careta me miró y demasiado sorprendido por el comentario, quiso lanzar una tela de araña para huir lo más rápido posible.

El desagradable momento había pasado. Me sentí raro, nunca fui de hablar así. Percibí que algo no andaba bien. Miré mi reloj y al tocar mi mano la noté más áspera que de costumbre.

No se sí Spiderman en realidad era Peter Parker o una cabeza con disfraz. En ningún momento se sacó la careta.

Crucé la plaza, ya más tranquilo pero confundido. Llegué a la parada del tren. Nada cambió y todo evolucionó. La evolución no es buena ni mala, es un trastorno, un cambio.

Solo se que me acerqué a mi hijo antes que suba al tren, me agaché y le dije

- Nunca dejes de soñar; se puede crecer y soñar a la vez. No pierdas la magia, nunca.

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